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09 octubre 2024

Carlitos Cardenal Castillo, del barrio de Maruja Martínez

Recién llegados de Jauja, como familia, en 1967, mi madre Asunción, mis hermanas Betty y Maruja, y quien esto escribe, nos instalamos en un departamento, en un piso 13, de una de las cuatro torres iniciales de la Residencial San Felipe, cerca de la avenida Pershing (hoy Faustino Sánchez Carrión), en el mesocrático distrito limeño de Jesús María. Vivimos ahí unos 6 años, y los recuerdos de ese periodo están muy grabados en la memoria, como sucede siempre con las experiencias que marcan grandes cambios en nuestras vidas. 

Luego de conocer y hacer migas con algunos vecinos de la Residencial, entre los cuales había buen número de migrantes internos, como nosotros, empezamos a frecuentar la flamante parroquia Santa María Madre de la Iglesia, en la misma Residencial, a cargo de sacerdotes oblatos canadienses. El párroco, el padre Ovila (Oliva, le llamábamos en broma) ayudó a organizar un grupo juvenil que se llamó Asociación de Universitarios Católicos, si recuerdo bien. Quienes asistían a la parroquia no vivían todos en la misma Residencial, pues había también vecinos del otro lado de Pershing y de la avenida Gregorio Escobedo. Entre ellos, Pina, de familia jaujina, que no conocíamos, y un chico buena gente y simpático, entre los más jóvenes del grupo, al que siempre llamamos Carlitos, Carlitos Castillo. Pina y Carlitos vivían por los jirones Caracas y Estados Unidos, entre la Residencial y el Hospital de Policía. Nos gustaba mucho tocar la guitarra y cantar.

Tanto Carlitos como mi hermana Maruja estudiaban Sociología, en universidades distintas, pero con muchas inquietudes similares. Eran, también, de los más activos en la AUC. Luego que nos mudamos de San Felipe, las amistades subsistieron, si bien cada uno anduvo ocupado con sus nuevas rutas. Supimos después, con muy poca sorpresa, que Carlitos entró al seminario diocesano porque quería ser cura. Más de tres lustros después de esos años juveniles, el cardenal Landázuri (franciscano, también conocido en Santa Rosa de Ocopa, lugar amado de Maruja) lo ordenó de sacerdote en 1984, a la madura edad de 34 años. Ahí empezó su carrera de cura, como siempre prefirió llamar a su profesión.

Personalmente, no recuerdo más de él durante el resto del milenio pasado. Yo ya no vivía en el Perú. Supongo que Carlitos y Maruja tuvieron por lo menos algunos contactos, ambos muy amigos del padre Gustavo Gutiérrez: Carlitos desde su trabajo pastoral, Maruja desde su trabajo político e intelectual. 

Carlos Castillo, agosto, 2000
Carlos Castillo en el funeral
de Maruja Martínez (agosto, 2000)
No lo vi hasta el 4 de agosto del año 2000. Mi querida hermana Maruja había fallecido el día anterior. En sus últimos días, Maruja mencionó a tres curas que, si alguno de ellos quería, le gustaría que hablaran en su funeral. Uno de ellos era Carlitos Castillo. El funeral de Maruja fue en el velatorio del Hospital Militar, en el mismo barrio de la juventud de Carlitos, y él estuvo presente y dijo un panegírico para Maruja, su querida amiga no creyente, recordando a su barrio y  su juventud. No lo he visto en persona desde entonces.

El año 2019 empezó con la noticia ésta sí totalmente inesperada para quien esto escribe– del nombramiento de Carlos Castillo Mattasoglio como Arzobispo de Lima y Primado del Perú. ¡De amigo de barrio a cura diocesano y de ahí a arzobispo de una de las arquidiócesis más antiguas de América!

Y hace unos días, el 6 de octubre del año 2024, viene la noticia, esta vez no tan sorprendente, de la creación de Carlos Cardenal Castillo por el papa de Roma.  Noticia feliz. Gracias, Carlitos, por tu carácter, tu honestidad y tu limpieza.

Domingo Martínez Castilla
Barranco, 9 de octubre, 2024

El funeral de Maruja está en YouTube: Funeral de Maruja Martínez Castilla. Carlitos Castillo  habla por unos 10 minutos, empezando en el minuto 11:38.