(Una versión previa de este texto fue dicha —si no necesariamente leída— en el Séptimo Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero, en Poitiers, Francia, octubre del 2015. Ligeramente editado, el texto sirve para marcar el aniversario número 24 de la aparición de Ciberayllu.)
Resumen
Ciberayllu, una de las publicaciones pioneras en lengua castellana en la World Wide Web, apareció a fines de 1996 con nueve escritos de cinco autores peruanos. Durante catorce años continuó su actividad regular, hasta acumular más de mil contribuciones y escritos de cerca de doscientos autores, en su gran mayoría escritores e intelectuales peruanos y peruanistas, tanto miembros de la diáspora como residentes en el Perú. Poesía, historia, narrativa y crítica aparecieron en sus páginas firmadas por un significativo número de escritores de varias generaciones, incluyendo a poetas y narradores que hoy constituyen parte importante del canon literario contemporáneo del Perú, así como a historiadores y científicos sociales de instituciones educativas de muchas partes del mundo.
Para el editor de prácticamente todos los escritos aparecidos en Ciberayllu, este texto es una primera y
necesaria instrospección de la vida, pasión y catatonia actual de la que, desde
su inicio, fue una «Sospechosa publicación de periodicidad dudosa y propósitos
difícilmente confesables». El falso kuraka del inexistente ayllu recuerda el cómo y el cuándo, que
están registrados en la memoria y el abundante intercambio epistolar entre
editor y autores.
Ciberayllu (www.ciberayllu.org) continúa disponible en la red global, y sus escritos siguen siendo leídos y citados con regularidad.
En el principio…
El 26 de octubre de 1996, la siguiente noticia circuló por incipientes listas de correo electrónico y foros de Usenet, las redes abiertas de discusión:
Asunto: Ciberayllu: nueva publicacion en Internet
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_Ciberayllu_ es una nueva publicacion independiente disponible en Internet, en la que un grupo de peruanos y amigos del Peru regados por el mundo, escriben sobre temas de literatura, cultura, humanidades, y tambien sobre si mismos, con el denominador comun de un interes permanente por el Peru y America Latina.
Ciberayllu
Noviembre 1996
Sospechosa publicacion de periodicidad dudosa y propositos dificilmente confesables
Escrito así, sin los acentos que entonces no eran aceptados por muchos sistemas electrónicos, el mensaje continuaba con una lista del contenido de lo que hoy, pretenciosamente, podemos llamar como la «edición príncipe» de la revista, con ocho artículos: cuatro de la pluma precisa y aguda de Víctor Hurtado Oviedo, una reflexión de Maruja Martínez, dos crónicas neoyorquinas de José Luis Rénique, así como un ensayo y una reseña de Domingo Martínez.
Noviembre de 1996: la World Wide Web se había hecho pública a fines de 1993. Amazon.com ya existía desde 1995, pero no había Google y menos Facebook, Twitter, ni muchos otros componentes posteriores del complejo ecosistema social de la Internet. Quienes entrábamos a la red global, invertíamos el tiempo saltando de un sitio a otro y asombrándonos de cómo uno podía leer de todo sin salir de la oficina, pues casi nadie tenía Internet en casa. Hace apenas veinte años de todo esto, y era imposible adivinar, ni siquiera sospechar, cómo iba a cambiar el mundo gracias a estas nuevas formas de comunicación.
La idea de hacer la publicación había surgido en una lista de correo de amigos creada en junio de 1995. Como la lista era privada, baste ahora con decir que los promotores fueron Nelson Manrique, historiador que, desde Lima, propuso a casi todos los miembros iniciales, y quien esto escribe, que tenía en su oficina un servidor de Internet: llamábamos al grupo nuestro «ayllu», que incluía a unos veinte peruanos y peruanistas viviendo en el Perú, Estados Unidos, Inglaterra, Costa Rica y México, muchos ligados a la actividad académica o al periodismo. No había pasado ni medio año de la existencia de la lista, cuando empezó a circular la idea de crear un medio de difusión en el nuevo medio de la Internet.
Había, pues, algunos ingredientes conocidos: escribientes, ideas, ganas de difundir lo escrito; y otros insumos nuevos pero prometedores y, en ese instante, sin otro costo que el trabajo: la red global. Dada la incertidumbre del medio, y el hecho de que todo era trabajo voluntario, fue siempre claro que no iba a ser una revista con números ni fechas de cierre ni otras convenciones como carátulas o precios, para mencionar sólo un par. La periodicidad no sólo era dudosa, sino inexistente; y los propósitos, bueno, siguen siendo inconfesables.
Como definir a Ciberayllu sería un ejercicio vano y, menos mal, innecesario, van a continuación algunas características, vistas desde adentro; dejo a la lectoría la tarea de mezclar u ordenar estos ingredientes:
- Descripción sumaria: Ciberayllu es una colección de escritos
- Publicó creación y crítica literarias, humanidades, y crónicas culturales
- Primero, como consecuencia de haber estado alojada en una universidad y, luego, por costumbre, no incluye información comercial o auspiciadores
- Toda participación —incluyendo la del editor— es voluntaria, por lo que no se remunera a nadie por escribir, ni se cobra a nadie por leer
- Entre quienes han publicado en sus páginas, hay una fuerte presencia de autores peruanos que viven fuera de su país de origen
- El editor, muy temprano, devino señor feudal y siervo al mismo tiempo, pues tomaba todas las decisiones y hacía todo el trabajo: lectura, selección, edición, a veces discusión, publicación y promoción
- Con muy contadas excepciones, el material publicado ha llegado gracias a la iniciativa personal de cada autor; es decir, no se solicitaba colaboraciones a los escritores. ¿Por qué? Porque el editor no se sintió nunca con la capacidad de decidir a quién invitar y a quién no
- Los autores de Ciberayllu incluyen escritores reconocidos, en ascenso y noveles
- Dado el carácter de acceso mundial de la web, que hace innecesarias las «reimpresiones», publicó solamente material inédito en la red
- Es una publicación acumulativa, no periódica ni organizada en números
Ciberayllu, primero de noviembre de 1996 |
Historia
Luego del jolgorio inicial [véase el resumen sobre el origen del nombre]
y de la participación entusiasta de los miembros de la lista original, que
contribuyeron casi todo el material de los primeros dos años, se empezó primero
a proponer otros autores, para luego pasar a una solución más sustentable:
invitar públicamente a escritores a presentar sus escritos. Se abrió así la
página de Colaboraciones, precisamente en mil novecientos noventa y tantos, con
seis reglas de juego que, ahora, me parece
que marcaron la naturaleza futura de Ciberayllu.
Algunas se mantuvieron desde el inicio hasta la catatonia: no se remunera a nadie (¿de dónde, pues?);
los derechos del texto son de los autores; no se menciona la afiliación
profesional de los autores. Otra regla de juego duró muy, pero muy poco: «Las
colaboraciones recibidas son evaluadas por colaboradores permanentes de Ciberayllu,
quienes son los que emiten la recomendación para su publicación y el momento en
el que ésta se lleve a cabo.»
«Colaboradores permanentes» no fue una mentira, pero tampoco una verdad; muy pronto se dijo «editores», que se acercaba un poco más a la realidad, sólo si se prescindía del plural. Lo que sucedió es que el individuo que lanzó la idea primigenia, sobre la base en su conocimiento de la naciente red mundial de información, terminó de factótum autócrata y chambeador. Creo que al cabo de cinco años se prescindió totalmente de la apariencia de comité editorial o algo así, pero sin aclarar que Ciberayllu tenía un comité que consistía de un falso kuraka solitario en un sótano en el medio de los Estados Unidos, con el auxilio más bien eventual pero siempre entusiasta de algunos miembros de la panaca originaria.
Lo que sucedió luego fue un ejemplo clarísimo y muy moderno de la reciprocidad, que aún caracteriza a gran parte de la región andina, donde se ayuda cuando se puede y se recibe cuando se necesita, sin parar mientes en costos, precios o equivalencias. Las colaboraciones no se hicieron esperar, y empezaron a llegar desde muy lejos y desde muy cerca (a una cuadra del sótano misuriano del kuraka, v. infra). Gracias a Ciberayllu, el kuraka aplacaba su inevitable desarraigo geográfico e intelectual; gracias a Ciberayllu, escribientes peruanistas y latinoamericanistas veían sus trabajos difundidos en una forma inédita, valga el término.
En este intercambio, el kuraka se nutrió de algo invalorable: conocer a mucha gente valiosísima, interesantísima, loquísima, casi siempre por la vía e-epistolar. Buena cosa, Ciberayllu.
Historias personales
Pongo como ejemplo inicial a Antonio Bou Córdova (1944-2008), pintor y escritor que, a principios de 1998, envió el cuento «Renzo el intérprete» («quizás el más genial y bendito de los angloparlantes del Perú heroico»): el lenguaje de los seis párrafos se me antojó inconfundiblemente caribeño por lo barroco y lo preciso. Antonio, puertorriqueño hasta la médula, era también muy proclive a la correspondencia, que mantuvimos por más de diez años. Hablamos por teléfono dos veces, la última desde Buenos Aires a Mendoza, a donde se hubo mudado. Esperaba verlo por vez primera en Puerto Rico a fines del 2008, cuando ambos coincidiríamos en la isla del encanto. El 28 de octubre me dijo que no podía viajar, por orden del cardiólogo. Llegando a Puerto Rico, logré encontrar a sus hijas, que acababan de regresar de la andina Mendoza, trayendo sus cenizas. [Carta a Antonio Bou.]
José Adolph (1933-2008) llegó a Ciberayllu en 1999, gracias a un encuentro fortuito en la casa de un amigo común en San José de Costa Rica. Hay, creo, una docena de cuentos suyos en la revista: cada escrito fue objeto de mensajes de ida y vuelta, un tira y afloja entre editor espontáneo y escritor cuajado, sobre esta coma y aquél adjetivo, pero todo regado con reflexiones donde el Perú era protagonista principal, con ese humor ácido tan suyo. [Recuerdo de José B. Adolph].
Alberto Escobar (1929-2000), el enorme crítico, poeta, lingüista y maestro vivía a una cuadra del sótano kurakal, en Misuri. Si bien se mudó a Boston poco después de aparecer Ciberayllu, la idea lo entusiasmó muchísimo, tanto que se avino a publicar un par de trabajos críticos, uno de ellos sobre su amigo José María Arguedas.[Alberto Escobar. In memoriam]
Cecilia Bustamante (1932-2006), poeta reconocida y única mujer ganadora del Premio Nacional de Poesía del Perú (1965), compartió poesía, historias personales, comentarios críticos. Ciberayllu publicó también su primer cuento.
Hay, por supuesto, muchas otras historias personales: son 230 autores, casi 900 escritos, cada uno editado y comentado por el editor. Hay correspondencia muy hermosa y vital; supongo que también hay mucho de la otra, pero recordarla no alimenta. Hay autores que ofrecieron sus escritos, pero la miopía del editor no vio lo bien que escribían o lo bien que iban a escribir.
Lectores
Por supuesto, nada de esto funciona si no hay quién lea. En el resumen estadístico de la primera década se ve que en el mes de noviembre de 1996 hubo 443 visitas que «accedieron» a 6,909 elementos en las páginas de Ciberayllu. Diez años más tarde, durante el mes de octubre del 2006, hubo 111,081 visitas con 781,844 accesos. (No significa que cada elemento es una página, y menos que haya sido realmente leída.)
Los datos de la segunda época (ciberayllu.org) indican que se sigue leyendo a Ciberayllu: entre enero y octubre del 2015, por ejemplo, hubo casi 32,000 visitas que han abierto más de 51,000 páginas de Ciberayllu.org: 16,000 son de la portada, pero los cuatro artículos más vistos han sido abiertos entre mil y 4,000 veces cada uno. Esto no cuenta las páginas vistas de la primera época.
(Escrito en octubre, 2015.)
Domingo Martínez Castilla
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