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23 junio 2018

Turandot (Teatro Regio di Torino, 2018)


Versión abstracta y contemporánea de una milenaria historia de odio, amor y sacrificio


Turandot, ópera póstuma e inconclusa de Puccini, estrenada hace casi cien años, es un buen ejemplo de cuán maleable es esta forma musical. La trama sucede en la corte de Pekín (así se llamaba por entonces) en un periodo antiguo más definido por estereotipos que por precisiones históricas. Pero la versión que acá se comenta, estrenada en enero del 2018 por la compañía del Teatro Regio de Turín, recurre a una visión muy moderna e italiana. La escenografía es mínima.  El vestuario, casi totalmente en blanco y negro, va de fantástico a moderno a casi inexistente (los danzantes usan sólo taparrabos). Las coreografías son casi abstractas. Supongo que la intención es dar así mayor realce a la música y al drama.  (Vale anotar que entre los aficionados a la ópera hay muchos que rechazan estas escenificaciones novedosas, y prefieren los montajes más tradicionales.)

Datos generales

  • Título: Turandot
  • Compositor: Giacomo Puccini (1858-1924)
  • Libretistas: Giuseppe Adami y Renato Simoni
  • Estreno (póstumo): 1926 (Teatro alla Scala, Milán)
  • Genealogía del tema: probablemente a partir de una historia pre-islámica, el poeta azerí Nezamí Ganyaví (1141-1209) la recoge en uno de sus poemas épicos escritos en persa. La base del argumento aparece en Europa como una de las historias del compendio de Los mil y un días. El nombre «Turandot» («hija de Turan») aparece en una obra teatral veneciana de 1762 (por Carlo Gozzi), que fue luego tomada por Schiller, que convierte a Turandot en princesa china, que es como llega a los teatros alemanes a inicios del siglo XIX. La historia da origen a varias óperas previas a la de Puccini.

Trama en un párrafo: La princesa china Turandot odia a todos los príncipes, pues uno de ellos raptó y mató a una abuela suya; con ánimo de venganza, presenta a sus pretendientes unos acertijos imposibles que siempre han  terminado en el ajusticiamiento del pretendiente. Calaf es un príncipe tártaro que va a Pekín de incógnito, donde encuentra a su desterrado padre y a una ex-esclava; enamorado obsesivamente de Turandot, se somete a la prueba a pesar de las advertencias, y logra resolver los enigmas. Turandot se resiste, y el príncipe le da una posible salida: que averigüe su nombre: si logra hacerlo, Calaf renunciará a la princesa y le entregará su vida; si no lo logra, Turandot se casará con el príncipe. La ex-esclava Liú es la única que sabe el nombre del príncipe, pero ama mucho a Calaf y se rehúsa a revelar a Turandot el nombre del príncipe. Liú perderá de todos modos a Calaf: si ella revela el nombre, ajusticiarán a Calaf; si no lo hace, Calaf sobrevivirá y se casará con Turandot, y Liú sacrificará su vida.

Personajes y su descripción en esta producción:

  • Altoum, emperador de la China (Antonello Ceron, tenor): hombre mayor de cabello blanco
  • Calaf (Jorge de León, tenor): el príncipe tártaro, cuyo nombre no se llega a saber durante la ópera, que quiere casarse con Turandot (traje oscuro)
  • Turandot (Rebeka Lokar, soprano): hija del emperador
  • Timur (bajo): rey tártaro destronado y ciego, padre de Calaf; sobretodo oscuro
  • Liú (Erika Grimaldi, soprano): ex-esclava de Timur, enamorada de Calaf, con cabello oscuro muy largo
  • Ping (Marco Filippo Romano, barítono), Pong (tenor Mikeldi Atxalandabaso), Pang (Luca Casalin, tenor): ministros del emperador chino; siempre andan juntos; vestidos de blanco inicialmente, luego de negro, y luego a franjas
  • Mandarín (Roberto Abbondanza, barítono)
  • Príncipe persa (Joshua Sanders, tenor)
Director musical: Gianandrea Noseda
Productor: Stefano Poda
Orquesta y coro del Teatro Regio de Turín


Liú delante de Turandot, rodeada del coro. (Fuente: Teatro Regio de Torino)


Resumen 

La producción de Stefano Poda es elegante en lo visual y complicada en los símbolos. La escenografía es simple e imponente, plena de imágenes abstractas y surrealistas; el extraordinario ballet de cuerpos sin tapujos es parte fundamental e impactante del montaje; el coro es siempre coreográfico, exigiendo de sus miembros movimientos precisos y contorsiones inusuales; los cantantes principales honran el esfuerzo inacabado de Puccini (son memorables el canto y la actuación de Erika Grimaldi como Liú).

Acto I

Un mandarín del emperador de China recuerda al pueblo de Pekín que, siguiendo un (aparentemente absurdo) juramento que es ley, la princesa Turandot se casará con quien logre resolver tres adivinanzas. El mandarín anuncia, al mismo tiempo, la ejecución pública de un príncipe persa que pretendía a Turandot, pues había fracasado en resolver los acertijos.  En el alboroto del ajusticiamiento, un anciano ciego cae al suelo, y su fiel sirvienta Liú pide ayuda para levantarlo. El príncipe tártaro se acerca a ayudar, y reconoce que el anciano es Timur, su destronado padre que ahora deambula, pobre y desterrado, por las calles de Pekín.  El príncipe agradece a Liú, y le pregunta por qué ella decidió seguir sirviendo a su padre, a pesar de ser ahora una mujer libre. «Perchè un dì... nella reggia, mi hai sorriso.» (Porque una vez, en palacio, me sonreíste), responde Liú, revelando su amor por Calaf.

El príncipe tártaro le pide a su padre y a Liú que no lo llamen por su nombre, porque su vida corre peligro, pues él había logrado fugarse luego de que el emperador chino conquistara el reino tártaro. Al mismo tiempo, el príncipe revela su obsesión romántica por desposar a Turandot, y su deseo de intentar resolver los acertijos.  Todo esto se sobrepone con la multitud que va aumentando su frenesí por la inminente ejecución.

Soldados, verdugo, multitud… Éste es un buen ejemplo de cómo en las óperas suelen aparecer segmentos en los que aparentemente hay un caos indescifrable que, con frecuencia, sólo se puede deshilachar con el libreto al frente. En ópera, es posible y frecuente que dos eventos estén sucediendo simultáneamente, como en este caso: por un lado, el intercambio entre Timur, Calaf y Liú; por el otro, los múltiples personajes que se aprestan a llevar a cabo la ejecución. Por lo general, estas escenas aparentemente caóticas suelen servir de base para extraordinarios momentos musicales, en los que las voces de solistas y coros hacen armonías y contrapuntos donde las palabras y la línea argumental ceden su lugar a la música, la coreografía y la escenografía. Danzantes, cantantes, luces, orquesta, se combinan para dar al público un espectáculo que es exclusivo de la ópera: al espectador sólo le queda hundirse en él.

Acto II

Trabajando en una morgue vendando los cadáveres de los ajusticiados pretendientes de la princesa de hielo, los ministros Ping, Pong y Pang se quejan de haberse visto convertidos de importantes dignatarios, en meros asistentes del verdugo, y lamentan que los caprichos de Turandot estén poniendo en peligro los miles de años de la historia de China. En un largo trío, los ministros recuerdan con nostalgia sus sendas y bucólicas vidas previas, así como a varios de los  treinta o más príncipes pretendientes ejecutados en los últimos años.

Un muy moderno ballet, y el coro que le sigue, preparan la escena para el gran reto: los tres acertijos que el príncipe tártaro deberá adivinar.  El emperador de la China anuncia el inicio de la prueba a la que la ley le obliga pero, ya cansado de tanta ejecución, trata de persuadir al pretendiente para que renuncie a su empresa, pero Calaf responde tres veces que quiere someterse a la prueba.

Un dulce coro infantil es el casi absurdo preludio a la terrible prueba. En la extensa aria «In questa reggia» (En esta corte), Turandot explica el origen de la prueba de los tres acertijos: venganza contra príncipes extranjeros, venganza por la suerte que Lo-u Ling, antepasada de Turandot, hubo corrido a manos de un príncipe conquistador, que la sacó a rastras del palacio.  Por eso, Turandot dice que jamás nadie la poseerá, porque ese dolor está vivo en su corazón, lleno de odio contra príncipes como el que ocasionó la muerte de Lo-u Ling.

En esta producción de la ópera, la voz de Turandot es acompañada por un coro silencioso (lo entenderá la lectora al ver la ópera) que canta con ella: en la versión televisiva, no es fácil saber de qué boca sale la voz, lo que crea una incertidumbre adicional.

Calaf, cual Edipo frente a la esfinge, resuelve los acertijos.  Turandot no lo puede creer y se resiste a cumplir con el mandato de casarse con el principe ignoto; Calaf le propone una salida: él se someterá al verdugo si ella, en el plazo de una noche, logra averiguar el nombre de él; si no lo logra, deberá casarse con él.

Acto III

Turandot ordena que, so pena de muerte, nadie duerma hasta que se sepa el nombre del príncipe tártaro.

El príncipe repite la orden, en la bellísima y muy conocida aria «Nessum dorma», pero anuncia que nadie podrá descubrir su nombre hasta que amanezca, y que se lo dirá a Turandot solamente cuando sus labios estén cerca.

Los ministros tratan de persuadir al príncipe, diciéndole que es preferible tener cien bellas y dispuestas esposas a vivir con una princesa fría y cruel como Turandot, pero el príncipe no se convence e insiste; los ministros pasan del soborno a la amenaza de indecibles torturas, sin lograr quebrar al príncipe.

Traen a Timur y a Liú frente a los ministros, que suponen que el anciano y su acompañante son los únicos que saben el nombre del príncipe. Liú se niega a revelar el nombre, e indica que está dispuesta a morir antes de soltar el secreto. En esta producción de la ópera, Liú es interpelada por Turandot, rodeada del coro, que sigue profiriendo amenazas. Liú se resiste, en nombre de «Tanto amore segreto, e inconfessato», y explica su horrible dilema: si confiesa, morirá Calaf, el príncipe que ella ama y que Turandot detesta; si calla, Calaf vivirá con esa mujer malvada que es Turandot, y ella misma, Liú, será ajusticiada.

Llaman a los verdugos para matar a Liú, que sale del escenario tomada de la mano con el anciano Timur, mientras que la multitud la alaba por su enorme sacrificio y le pide perdón:
Liù...bontà... perdona!
Liù...dolcezza, dormi!
Oblia! Liù...Poesia!

(Liú, bondad… ¡Perdón! / Liú… dulzura.. ¡Duerme! / ¡Olvida! Liú… ¡Espíritu poético!)
Puccini compuso la ópera hasta esta escena.  En 1924 le diagnosticaron cáncer a la garganta, y fue a tratarse a Bruselas, donde falleció de un ataque al corazón aparentemente no relacionado con el tratamiento. Hay hasta tres versiones del final de la ópera, pero en esta producción no se han incluido.

Si bien el sacrificio de Liú (representado como suicidio) puede ser un trágico final suficiente y adecuado para el paladar moderno, hace cien años el público esperaba un desenlace  más redondo: ¿Vivirán felices Calaf y Turandot? El libreto que dejó Puccini, también incompleto,  indicaba un dúo con manifestaciones de amor entre el consorte triunfante y la consorte derrotada, pero aparentemente aún no lo encontraba totalmente satisfactorio al momento de su muerte. En todo caso, tal final es algo mezquino, donde a la tragedia del sacrificio amoroso de Liú le sucedería un final feliz que ve a una malvada princesa casarse con un caprichoso príncipe.

Lo que sugiere Stefano Poda, productor de esta escenificación modernísima, es que Turandot no existe, que ella está en cada uno de nosotros.

Domingo Martínez Castilla

Enlaces


Libreto e información sobre esta ópera
Se recomienda revisar estos enlaces antes de ver la ópera, pues la versión ahora disponible en la red no tiene aún subtítulos en castellano):

Datos específicos de esta producción

Video disponible gratis hasta el 24 de julio del 2018



Si la ópera ya no está disponible gratuitamente en la Internet, el lector deberá esperar a que salga en video comercial (Blu-ray, DVD, o en servicios vía Internet).

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