Carlos Castillo en el funeral de Maruja Martínez (agosto, 2000) |
Título provisional
Escritos surtidos y algunas fotos sobre el árbol de la ciencia, del bien y del mal; sobre el mundo, el demonio, la carne; el vino, la música, otros escritos de otros. Fotos de vez en cuando. (Hecho con cariño y con propósitos y despropósitos inconfesables.)
09 octubre 2024
Carlitos Cardenal Castillo, del barrio de Maruja Martínez
18 septiembre 2023
Tucumanos de Jauja, tucumanos en Jauja
¿De dónde vienen los bailantes, con sus atuendos, sus pasos de danza, sus gestos y sus frases? Ni máscaras ni zapateos, ni dejos o cadencias representan gentes y costumbres de hoy en día, y la mayor parte de los danzantes no tenemos, tampoco, una clara idea de las remotas razones por las que este pañuelo es de este color y esta máscara de tal aspecto. Esta nota trata de arrojar una luz tenue que los libros parroquiales muestran acerca de las personas reales que dieron origen a los «tucumanos», personajes de una fiesta popular de Jauja, antigua ciudad del centro del Perú.
El Tucumán
Hoy en día la provincia de Tucumán es la más pequeña de Argentina (y la más densamente poblada). El Tucumán colonial, en cambio, era una amplísima región que incluía todas las tierras que habían estado bajo la dominación incaica. La Gobernación del Tucumán —dependiente de la Audiencia de Charcas en el Virreinato del Perú— se extendía en lo que hoy son las provincias argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja y Córdoba. En 1782, luego de haber pasado a la jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata, la gobernación se dividió en las intendencias de San Miguel del Tucumán (incluyendo a Jujuy, Salta, San Miguel, Catamarca y Santiago del Estero) y de Córdoba del Tucumán (incluyendo a La Rioja, Córdoba, y Cuyo, que antes había sido parte de la capitanía de Chile).
De la región tucumana salían hacia el Perú caravanas de muleros, probablemente llevando algunas mercancías pero, sobre todo, mulas para vender. Las mulas que ellos traían eran muy apreciadas en el Perú, quizá porque las zonas más altas no eran tan propicias para su crianza. Estos muleros itinerantes eran probablemente un acontecimiento periódico en los lugares por donde pasaban, y no requiere mucha imaginación el pensar que la gente los esperaba con una mezcla de curiosidad y expectativa.
Además de sus huellas en los caminos, los tucumanos también han dejado su presencia en algunas fiestas del Perú: hoy en día, hay varios lugares donde celebraciones locales incluyen personajes del Tucumán: por ejemplo, la danza de los arrieros, patroncitos o tucumanes en el distrito de Matalaque, en la sierra de Moquegua, no lejos del volcán Ubinas; o la danza de los mulamulas o tucumanos, en el distrito de Paucarcolla, muy cerca de la ciudad de Puno. Tanto los Tucumanes como los Mulamulas son danzas coreografiadas, de contenido satírico.
En la Tunantada
En las fiestas de la tunantada en la provincia de Jauja, el tucumano es uno de los personajes característicos de la danza. A partir del 20 de enero, y por cinco días más, aparecen en las calles de Jauja los peculiares y enmascarados bailantes de la tunantada, que mantienen la tradición cambiante de representar a personajes de diversos periodos de la sociedad y de la historia del Valle de Jauja, hoy conocido como el Valle del Mantaro.
Cada cuadrilla de tunantes tiene, entre sus personajes, a uno o dos tucumanos, que representan a los arrieros que llegaban al Perú desde el Tucumán. El atuendo de estos danzantes consiste hoy en poncho negro de jebe o, ahora, hule, botas de cuero con espuelas de estrella, pantalón de montar, un lazo al hombro y un látigo en la mano, sombrero de ala ancha, máscara de malla, y pañuelo de color entero, más comúnmente rojo o azul. La danza del tucumano de la tunantada es enérgica e inconfundible; en la plaza del distrito jaujino de Yauyos —donde ahora se celebra la gran fiesta del 20 de enero— las cuadrillas de danzantes, rodeadas de gente, muestran sus pasos; en su danza, el tucumano tiene una tarea adicional: abrir paso para la cuadrilla, bailando entre ésta y el público. Muestra su látigo y lanza advertencias para que los espectadores no se agolpen demasiado.
En Jauja
A fines del siglo XVIII
Los libros parroquiales, dentro de la abundante información que hay en los registros de nacimientos, muertes y matrimonios, permiten también atisbar elementos de la vida y de la historia de los pueblos y ciudades hace dos, tres o más siglos. En los libros de la doctrina de Santa Fe de Atun Jauja (que conserva volúmenes que se remontan al año 1757), los verdaderos tucumanos también dejaron sus huellas, como se ve en los casos que se ha podido encontrar en los libros parroquiales disponibles por Internet.
En un periodo de dos semanas entre julio y agosto de 1790, hay tres bautismos apadrinados por tres diferentes forasteros, muy probablemente arrieros.
- 23 de julio: Francisco Vásquez, forastero del Tucumán, padrino de bautismo de la niña María Espíritu, de un mes y quince días, hija legítima de Manuel Sobero y de Lucía Robles, mestizos de Jauja. (en el registro aparece como «Basquez», del «Tocuman»; en este artículo se usa la ortografía actualizada para facilitar la lectura)
- 2 de agosto: Clemente León, forastero del Tucumán, padrino de bautismo de Toribio, de un año, hijo legítimo de José Cristóbal y de María Marcela, indios de Pichos.
- 6 de agosto: Santiago León Palomino, forastero del Tucumán, padrino de María Marcela, de seis meses, hija legítima de Francisco Jumpa y de María Cayetana, indios de Yacus.
Estos tres registros de bautismo no muestran ninguna deferencia especial hacia los padrinos tucumanos, ni tampoco indican si ellos eran mestizos o indios, mulatos, criollos o españoles.
Un mes más tarde, aparece en ese libro otro padrino tucumano:
- 7 de septiembre de 1790: Don Antonio Acuña, español forastero del Tucumán, padrino de bautismo de Bernardo, niño español de quince días, hijo legítimo de Francisco Orihuela y de Simona Falcón, españoles de Jauja.
Nótese que en este caso se utiliza "Don", término que se usaba para gente de cierta importancia. Igualmente, se subraya que el padrino es «español», igual que el niño y sus padres. (El término «español» no implicaba entonces que la persona haya nacido en España; para estos casos, se solían utilizar términos más específicos, por ejemplo «español europeo», o «natural de los reinos de España». En general, los términos que indican «raza», no eran universales, y parecen haber dependido de la idiosincrasia de los curas o de los amanuenses.) Si este tucumano «español» Acuña se dedicaba al arrieraje, probablemente haya sido una suerte de empresario del comercio de mulas, que fue un negocio muy rentable e importante hasta el advenimiento del ferrocarril.
En los libros de bautismos de la doctrina de Santa Fe de Atun Jauja, faltan los registros desde 1791 hasta 1796 (el volumen correspondiente a ese periodo no está en Internet). Pero hay un tucumano que aparece en el libro de entierros del año 1795, como sigue:
(Fuente: familysearch.org)
Santiago Leon |
En treinta de Enero de mil setecientos noventa y sinco años Yo el infraescripto cura propio y vicario de esta Doctrina Di sepultura eclesiastica al cuerpo difunto de Santiago Leon de edad de quarenta años al parecer Casado forastero del Tucuman de Salta quien murio con todos los santos sacramentos como catolico y fiel cristiano. Vicente Rubio de Celes |
Es muy probable que se trate del mismo arriero tucumano que fue padrino de bautismo de María Marcela Jumpa en agosto de 1790. Esta vez se quedó para siempre en Jauja.
Los viajeros del Tucumán se relacionaban también con habitantes de otros pueblos aledaños. Por ejemplo, en una partida de bautismo más antigua en los libros de la vecina doctrina de Nuestra Señora de la Natividad de Apata, a unos 18 kilómetros al sur de Jauja:
- 25 de octubre de 1763: Tomás Francisco de la Roca, natural del Tucumán, fue padrino de bautismo de Úrsula, de tres días de nacida, hija natural de [ilegible] Mucha y de Antonio Castañeda, mestizos.
Siglo XIX
Entre 1809 y 1810 hay también menciones de gente del Tucumán.
- 7 de junio de 1809: Don Ángel López, natural del Tucumán, fue padrino de José Gamarra, mestizo de un año, hijo natural de Rosario Gamarra y de padre no conocido.
- 4 de junio de 1810: Don Francisco Araos [¿Aráoz?], natural de Salta, fue padrino de Francisco Caracciolo, niño español de dos días, hijo legítimo de don Juan Landa y de doña Josefa Marticorena. (En la partida de Agustín, hermano mayor de Francisco Caracciolo, se estipula que Juan Landa es europeo y Administrador de Correos, y Josefa Marticorena es española de Jauja. Una nota personal adicional: Francisco Caracciolo Landa Marticorena fue abuelo de Esther Martínez Landa, abuela a su vez de quien esto escribe.)
- 15 de julio de 1810: Casimiro Contreras, natural de Salta, fue padrino de María Josefa, niña india de tres meses, hija de Nolberto Mucha y de Simona Mayta, del Tambo.
- 17 de julio de 1810: Don Gregorio Torres, natural de Salta, fue padrino de Manuela Castro de un mes, hija natural de Francisca Castro y de padre no conocido.
- 20 de julio de 1810: Pedro Chocar [¿Chocán?], natural de Salta, fue padrino de Valerio, mestizo de dos meses, hijo de Manuel Sobero y de Isabel Palacios.
- 29 de julio de 1810: Don Fructuoso Martínez, natural de Salta, fue padrino de Manuel, mestizo de un mes, hijo de José Salas y de Celestina Pérez.
- 1 de agosto de 1810: Don Fructuoso Martínez, natural de Salta, fue padrino de Silberia [sic], española de un año, hija de don Francisco Montero y de doña María Arredondo.
No se ha encontrado otras menciones de gente del Tucumán en años posteriores, ya sea porque los curas o amanuenses no anotaban esa información para padrinos, o porque simplemente se interrumpieron las llegadas de arrieros durante la época de la independencia, pues mulas y caballos, e incluso los propios arrieros, estaban dedicados a la guerra.
En todo caso, estas pocas menciones de tucumanos en los libros parroquiales de Jauja, se deben más a la casualidad de haber tenido curas o amanuenses que decidieron indicar el origen de algunos padrinos. Normalmente, sólo se anotaba el lugar de origen de los titulares de cada partida (fallecidos, contrayentes, y progenitores de los bautizados), y es muy infrecuente que se incluya el origen de padrinos o testigos. En otras palabras, es más que probable que muchos más tucumanos hayan venido a Jauja con frecuencia probablemente anual.
El comercio de mulas
Los registros bautismales de 1790, 1809 y 1810 mencionados líneas arriba se agrupan casi todos entre junio y principios de agosto. Estas pocas observaciones no permiten inferir que los muleros tucumanos hayan siempre llegado a Jauja en esos meses, pero es muy probable que así haya sido, teniendo en cuenta informaciones de otros lugares por los que estos arrieros pasaban en su ruta desde la gobernación de Tucumán hasta el centro del Perú.
Hay múltiples referencias a la importancia de este comercio de mulas. La fuente más citada es El lazarillo de ciegos caminantes (1773) cuyo largo título incluye la muy específica frase «con algunas noticias utiles á los nuevos comerciantes que tratan en mulas». Concolorcorvo (el seudónimo con el que se publicó el Lazarillo en 1773) incluye mucha información acerca de la crianza, el amansamiento y el comercio de mulas.
En cuanto a la magnitud de este comercio, los números que citan estas fuentes son difíciles de imaginar hoy en día: Ricardo Cappa (1890) —siguiendo al Lazarillo— menciona 60,000 animales cada año, que es una cantidad aparentemente muy grande, pero deja de serlo si se tiene en cuenta que cada repartimiento a lo largo de la ruta se reservaba uno o dos mil animales, y que además tenían que suplir las necesidades de la minería colonial y republicana.
El principal objetivo del viaje del Tucumán hasta el centro del Perú era la venta de mulas, que se realizaba en unas ferias muy grandes a lo largo de la ruta. De regreso al Tucumán, los arrieros que habían llegado hasta el centro del Perú solían pasar por Huancavelica para llevar azogue (mercurio) para trabajar la plata del Cerro Rico de Potosí.
Cronología y organización
El circuito de ida y vuelta desde Salta del Tucumán al centro del Perú parece haber durado por lo menos diez meses.
La feria de origen era la del valle de Lerma, muy cerca de la misma ciudad de Salta. Concolorcorvo escribe:
«la gran feria que se abre por el mes de Febrero y dura hasta todo Marzo, y esta es la asamblea mayor de mulas que hay en todo el mundo, porque en el valle de Lerma, pegado a la ciudad se juntan en número de sesenta mil y más de cuatro mil caballos»
De Salta salían las tropas hacia el norte, para vender las mulas en ferias, a las que llamaban tabladas, que se llevaban a cabo en terrenos llanos cercanos a pastizales, y en fechas pre-establecidas que se acomodaban a las condiciones del terreno y a la disponibilidad de pastos. Concolorcorvo menciona, sin dar muchos detalles, a la de Oruro como la primera tablada; la segunda era la de Coporaque («Coporaca» en el Lazarillo), cerca al Cusco, y la tercera y última era la de Tucle, entre Huancavelica y Jauja, en terrenos de la hacienda Tucle.
O'Phelan (1986) deduce que la tablada de Coporaque se habría llevado a cabo en el mes de abril, basándose en documentos del guarda mayor de la Aduana del Cuzco correspondientes a 1780.
Adicionalmente a esas tabladas, Urrutia (2019) menciona la feria de Paucarcolla:
«Paucarcolla, además de ser cabecera de un corregimiento del cual dependía la parroquia de Vilque, era el lugar, como dijimos, donde se realizaba a fines del siglo XVIII la feria de mulas más importante del altiplano; pero también fue un lugar importante durante el levantamiento de Túpac Amaru. Luego de este suceso, según parece, la feria se trasladó a la cercana localidad de Vilque»
Markham, en comisión del gobierno colonial inglés para sacar del Perú semillas de los entonces valiosísimos árboles de quina, pasó por la feria anual de Vilque el 22 de mayo de 1860, describiéndola como una feria verdaderamente internacional, con compradores de muchos lugares de América del Sur y puestos de mercancías de lo más diversas, desde productos locales hasta telas y cristales europeos, modas francesas, chocolate de Bolivia, y metales preciosos. En las afueras del pueblo, miles de mulas del Tucumán estaban a la venta.
Por ahora, no tenemos información acerca de las fechas de la feria de Tucle, pero se menciona que era la última tablada del circuito (probablemente en la gran pampa de Huacolpuquio, en el distrito de Huasicancha, provincia de Huancayo).
Tschudi, en 1840, subraya que el comercio de mulas se había restablecido luego de estar prácticamente paralizado durante las guerras de la independencia y los subsecuentes conflictos civiles.
Organización
Las mulas eran propiedad de grandes empresarios comerciantes, que las traían al Tucumán como animales jóvenes que habían nacido en las pampas de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y zonas similares, para que pasen la «invernada» en el Tucumán. Enormes manadas de mulas eran arreadas cada año.
Concolorcorvo detalla la organización de las tropas de mulas que salían del Tucumán hacia el Perú. Menciona que «Cada tropa de mulas que sale de Salta se compone de 1700 a 1800». Ulloa (1792) habla de tropas de 2000 a 3000 mulas. Los empresarios propietarios contrataban arrieros de varias categorías. En el Lazarillo:
«En cada tropa de Salta al Perú sólo van diez y seis hombres, incluso el ayudante y capataz. Este gana hasta Oruro, 300 pesos; hasta el Cuzco o tablada de Coporaca, 500; y hasta Jauja o tablada de Tucle, 850 pesos. El ayudante hasta la primera estación, 160 o 170; por la segunda, 225; y por la tercera, 360; diez pesos más o menos. Los peones 65 pesos, 120 y 175, hasta la última tablada de Tucle […]. El dueño permite introducir en la tropa de 20 a 30 mulas al capataz, de 10 a 12 al ayudante y de 2 a 4 para cada peón, que se consideran para su regreso».
Capataz, ayudante, peón… Los tucumanos que llegaban hasta el valle de Jauja eran, pues, de diversos grupos. Nótese que, además de las mulas para venta pertenecientes a los comerciantes tucumanos, los arrieros viajaban también con algunas mulas propias, probablemente usadas para traer algunas mercancías y para llevar otras en el viaje de regreso.
Cierre
Francisco Vásquez, Clemente León, Antonio Acuña, Santiago León Palomino estuvieron en Jauja en 1790. Habrían salido del Tucumán, cuatro o cinco meses antes. Habrían andado por pampas enormes, soportado noches frías, soñado con la mujer y los changos que habrían dejado en el Tucumán, o con la que le esperaba a orillas del río grande de Jauja. Se habrían contado historias: los más jóvenes escuchando a los baqueanos sobre lo que les esperaba en Huancavelica, en Jauja, en el Cerro de Pasco. Los capataces, guardando sus distancias con los peones; los ayudantes llevando la cuenta de las mulas muertas y perdidas, los peones hablando en quechua o en castellano. El salteño Santiago León Palomino volvió cuatro años después, y cayó enfermo y tuvo que quedarse en Jauja, donde murió —«de edad de cuarenta años, al parecer»— el 30 de enero de 1795.
Don Francisco Aráoz, también de Salta, tenía en junio de 1810 amistad con el europeo don Juan Landa, administrador de correos de Jauja y, como tal, siempre interesado en mulas para el transporte de la correspondencia. Casimiro Contreras y Pedro Chocán también apadrinaron a niños jaujinos, indios y mestizos. A fines de julio, don Fructuoso Martínez, probablemente capataz o quizás empresario mulero, apadrina a un niño mestizo y a una niña española.
En 1810, la guerra independentista ya afectaba al norte argentino. Jujuy, paso obligado para los muleros tucumanos que hacían la ruta del Perú, ya era parte de la guerra, y arrieros y arrias eran requeridos, de grado o fuerza, para apoyar a los ejércitos. (Conti y Sica, 2011). Probablemente no regresarían por muchos años. Pero regresaron.
¿Cuántos descendientes habrán dejado los tucumanos indios, mestizos, mulatos, cholos y españoles, entre los indios, mestizos, cholos y españoles de Jauja? No hay forma de saberlo.
Pero sí se puede ver, cada año, la profunda huella de estos viajeros de mil leguas en Jauja: son los tucumanos danzantes de la tunantada.
Domingo Martínez Castilla
Septiembre, 2023
References
- Cappa, R. (1890). Estudios críticos acerca de la dominación española en América. Parte tercera. Industria agrícola-pecuaria llevada á América por los españoles. G. del Amo, Madrid.
- Carrió de la Vandera, A. (1773). El Lazarillo de Ciegos Caminantes, desde Buenos-Ayres, hasta Lima, con sus itinerarios segun la mas puntual observacion, con algunas noticias utiles á los nuevos comerciantes que tratan en mulas; y otras historicas. Sacado de las memorias que hizo A. Carriò de la Vandera ... Por Don Calixto Bustamante Carlos, etc. (Google Books)
- Conti, V. E., & Sica, G. (2011). «Arrieros andinos de la colonia a la independencia.» Nuevo Mundo Mundos Nuevos. Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New worlds. https://doi.org/10.4000/nuevomundo.60560
- Markham, C. R. (2017). Travels in Peru and India While Superintending the Collection of Chinchona Plants and Seeds in South America, and Their Introduction into India. Project Gutenberg. https://www.gutenberg.org/ebooks/55593
- O’Phelan Godoy, S. (1986). «Aduanas, mercado interno y elite comercial en el Cusco antes y después de la gran rebelión de 1780». Apuntes: Revista de Ciencias Sociales, 19, 53-72. https://doi.org/10.21678/apuntes.19.236
- von Tschudi, Johann Jakob (2003). El Perú, esbozos de viajes realizados entre 1838 y 1842. Fondo Editorial, PUCP, Lima. p. 321
- Ulloa, A. de. (1792). Noticias americanas: Entretenimientos físico-históricos sobre la América meridional, y la septentrional oriental: comparacion general de los territorios, climas y producciones en las tres especies vegetal, animal y mineral, con una relacion particular de los indios de aquellos paises, sus costumbres y usos, de las petrificaciones de cuerpos marinos, y de las antiguedades: con un discurso sobre el idioma, y conjeturas sobre el modo con que pasaron los primeros pobladores. la Imprenta Real. (Google books).
- Urrutia Cerruti, Jaime (2019). «La feria de Vilque: Entre mulas, lanas y timba». Historia y Cultura, 30, Article 30.
https://revistas.cultura.gob.pe/index.php/historiaycultura/article/view/145 - "Perú, registros parroquiales y diocesanos, 1603-1992," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9392-C536-19?cc=1877097&wc=MPZF-4WY%3A174499301%2C180540801%2C180540802%2C180540803 : 21 May 2014), Junín > Jauja > Santa Fe > Bautismos 1757-1814
- "Perú, registros parroquiales y diocesanos, 1603-1992," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9392-C594-1?cc=1877097&wc=MPZ6-BZQ%3A174499301%2C180540801%2C180540802%2C181558801 : 21 May 2014), Junín > Jauja > Santa Fe > Defunciones 1785-1820
* * *
Para citar este artículo:
20 mayo 2023
País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez. Treinta años de luz.
A mediados de 1993, Maruja Martínez Castilla —hermana queridísima— me dio como regalo un libro gordo, de más de 500 páginas, con el ambiguo título de País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez, que había sido publicado por el propio autor en mayo de ese año. Este mes de mayo del 2023 se cumplen, pues, 30 años de País de Jauja.
Además de la duradera impronta que sigue produciendo el libro en el mundo literario, causó también gran impacto en mi familia. Mis hermanas Maruja y Betty, encantadas por el libro, desarrollaron una inmediata amistad con Edgardo, luego de asistir a las presentaciones del mismo en ambientes tanto literarios como jaujinos.Es necesario decir que, a la sazón, yo no conocía personalmente al narrador, si bien, como jaujino, había leído creo que dos de sus libros de cuentos. Por esas cosas que tiene la vida, conocí personalmente a Edgardo en 1994 y, en mayo de 1995, el escritor se casó con mi hermana Betty y nos convertimos en parientes políticos, y desarrollamos una cercana amistad que duró todo el resto de su fructífera vida, lo que me impediría comentar «objetivamente» sus libros. Pero como esta reseña es anterior a nuestra amistad, creo que se me aceptará reciclarla acá como mi pequeño homenaje al hombre y a su obra.
La reseña que se reproduce más abajo fue escrita en noviembre de 1993, y fue distribuida en algunas listas de correo electrónico (por ejemplo, la lista «peru @ cs.sfsu.edu», que tenía unos 400 subscriptores), y en grupos de Usenet, incluyendo al entonces flamante soc.culture.peru (los lectores más jóvenes tienen todo el derecho de no saber en qué consistían estos servicios de difusión; baste decir que la World Wide Web era poco más que un embrión, que empezaría su crecimiento explosivo precisamente en noviembre de 1993).
Domingo Martínez Castilla
Barranco, mayo del 2023
Reseña No. 5: Literatura peruana
Autor: Edgardo Rivera Martínez
Titulo: País de Jauja. Novela. 515 pp.
Editorial: La Voz Ediciones
Fecha: Mayo, 1993
Dirección: Salvador Dalí 201
San Borja, Lima, Perú
Hace mucho tiempo que no leía un libro que me absorbiera de la forma en que País de Jauja lo ha hecho. Creo que desde la adolescencia, cuando un buen libro podía separarme del mundo por el tiempo que fuera necesario para terminarlo y saborearlo. Pero en este caso hay circunstancias especiales, que mencionaré después de las introducciones de rigor.
Edgardo Rivera Martínez es un buen escritor peruano, conocido como autor de cuentos. Hace unos diez años ganó el concurso anual del "Cuento de las mil palabras", organizado por la revista peruana Caretas. Antes de eso, se le conocía por sus primeros libros de cuentos (Azurita, 1978), y después Casa de Jauja y Ángel de Ocongate (ambos en 1986). Cada libro suyo fue atrayendo más la atención de la crítica, y Ángel de Ocongate ya se recibía como una entrega de un narrador consagrado.
La temática de Rivera es varia, pero el tema de la Sierra y del mestizaje cultural han estado siempre presentes. Y en este libro adquieren un carácter especial, un lugar central.
Antes de mandarme la parte, debo mencionar que País de Jauja ha sido recibido y percibido por la crítica como lo que se suele denominar un "libro mayor", en el que el escritor se ha soltado a poner en el papel una parte muy importante e integral de su experiencia vital. Muchos novelistas (y Rivera con este libro se convierte en uno) tienen ese libro que marca claramente una decisión de enfrentar la tarea de presentarle al mundo cómo se hace el escritor, qué combinación única de fuerzas, experiencias, tradiciones e inquietudes han convertido al individuo en ese animal tan especial que es el narrador. Hay algo casi mágico en el hecho de que el lector se interese por esa vida que está leyendo, y que encuentre aquí y allá escenas o caracteres familiares, queridos y temidos, envidiados y odiados.
El libro
El libro cuenta la vida y experiencias de Claudio, un adolescente de quince o dieciséis años, entre el 19 de diciembre de 1946, y el primero de abril de 1947, que es (o lo era entonces) el periodo de vacaciones escolares en el Perú. Jauja es la ciudad, en el centro-centro del Perú, al norte del valle del Mantaro, el más productivo y, por ende, más densamente poblado de la sierra del Perú. Esta vieja ciudad, entonces de unos 12,000 habitantes, ha servido de hospedaje a prácticamente toda la historia del Perú, desde Huayna Cápac hasta esta década de violencia. Pero la historia del Perú nunca hizo a Jauja protagonista por periodos largos, lo que quizá le permitió una personalidad propia. Jaujas existen, sin duda, en toda América Latina, pero se escribe poco sobre ellas: no hay grandes tragedias, no hay grandes batallas, no hay tampoco esas personalidades difíciles que se apropian de los libros de historia.
En esa ciudad, Claudio, proyecto de escritor y de músico, crece en una familia en la que se combinan con bastante naturalidad tradiciones prehispánicas y epopeyas homéricas (La Ilíada es semi-protagonista de la novela), Mozart y mulizas, huaynos y fugas de Bach. El conflicto entre los mundos andino y europeo, tan palpable y de difícil y elusiva solución en Los perros hambrientos de Alegría, y en la Andahuaylas de Arguedas (en especial Los ríos profundos y Todas las sangres), se resuelve en esta novela con una alegría refrescante. Arguedas mismo notaba ese carácter en Jauja: mezcla no totalmente libre de conflictos históricos pero tampoco traumatizada por ellos.
Rivera subraya la solución más que el conflicto, y lo hace con buena pluma y excelente sentido del humor. Claudio se hace hombre en esos meses cruciales, y lo hace descubriendo secretos familiares que poco a poco se constituyen en otra novela dentro de la narración principal. La trágica soltería de dos ancianas tías suyas, que crecieron en una hacienda entre sillas vienesas y pianos alemanes a 4,000 metros de altura y en el medio de la puna, lo lleva a repasar la historia familiar. Los descubrimientos familiares del joven escritor-historiador se intercalan en el texto con los descubrimientos personales del adolescente: el amor juvenil, una secta naturista, la obsesión con la belleza cosmopolita de una paciente del entonces famoso sanatorio para tuberculosos, los personajes que de todo el mundo venían a buscar el limpio aire jaujino, el sexo, la música folklórica, Beethoven, el piano, Chopin. Todo eso teje una historia entretenida y fácil de seguir, a pesar de los múltiples protagonistas.
Estilísticamente (como si el que esto escribe supiera mucho del asunto), la novedad es el intercalamiento de trozos relativamente pequeños del diario de Claudio, con narraciones largas en segunda persona y de un sólo párrafo de unas tres a cinco páginas cada uno, fáciles de leer a pesar de su extensión, y no muy comunes en la literatura. La novela empieza así: "Ya estabas de vacaciones, en esos meses de lluvia pero también de días claros, en que podrías hacer lo que te viniese en gana". Y termina en el mismo tono optimista: "Brilla el sol y el aire es límpido, clarísimo."
Para quienes hemos pensado y nos hemos visto angustiados por no saber cómo evaluar el quinto centenario, la novela de Rivera nos da una perspectiva distinta, casi no tocada en todas las discusiones históricas y académicas llenas de juicios de valor sobre el encuentro de Europa y América. El mestizaje es una posibilidad válida, por lo menos en los casos en que se dan las condiciones para su desarrollo fructífero. No quiero decir con esto que el optimismo de Rivera sea fácilmente trasplantable a lugares donde las heridas todavía están sangrando, sino sólo que es posible un mestizaje feliz.
Después de leer los libros extraordinarios, pero durísimos, de Miguel Gutiérrez (La violencia del tiempo es su obra magna), en los que otro protagonista joven, cachorro de escritor, descubre el mestizaje como producto de violación y sojuzgamiento, este libro de Rivera permite cerrar los ojos al final de su lectura, y sonreír, casi seráficamente, esperando un futuro mejor. Gracias, Edgardo Rivera.
Notas personales: O cómo este lector leyó este libro.
La lectura de País de Jauja para mí, Domingo Martínez, se convirtió en una experiencia personal, donde no tuve que imaginar lugares donde nunca he estado ni jamás voy a estar, en los que la acción transcurre en ciudades donde la arquitectura y el paisaje dependen más de la imaginación del lector que de la descripción del narrador. Simplemente soy jaujino. Crecí en la misma ciudad que Claudio, el cachorro de escritor y sin duda alter ego de Rivera Martínez (en Jauja hay muchos Martínez, y probablemente hasta pariente mío es, pero no lo conozco personalmente), y si bien mi experiencia es unos 20 años posterior a la de Claudio, el protagonista, es una vivencia muy especial ver, en un libro tan bien escrito, las calles y paisajes que uno conoce y quiere y que le devuelven a uno esa sensación de pertenencia que no se logra fácilmente en otras partes; acerca de la gente que habla con giros idiomáticos que son tan familiares y únicos; y acerca de individuos que uno ha conocido y con quienes ha hablado más de una vez. Muchos de los personajes que caracterizan a Jauja (y que todas las ciudades pequeñas tienen) aparecen en la novela, algunos con sus propios nombres y otros con nombres cambiados (si bien en más de una oportunidad al escritor se le ha escapado el nombre verdadero), pero igualmente reconocibles. ¿Cómo se puede comentar un libro de esa clase? Si bien no creo que la elusiva objetividad sea fácil de conseguir en cualquier circunstancia, en ésta ni siquiera pretendo tenerla.
Domingo Martínez Castilla
Columbia, noviembre de 1993
El post original distribuido en soc.culture.peru se puede ver en los archivos de Usenet. En esa época, los acentos no eran aceptados por muchos programas, hoy apps, de correo y de mensajes.
24 enero 2023
Cinco epidemias de viruela en Jauja en el siglo XIX
Resumen
La pandemia actual de COVID-19 ha causado que el estudio de las epidemias haya adquirido, nuevamente, importancia global. Históricamente, la viruela ha sido una de las enfermedades más mortíferas de la humanidad. El presente trabajo muestra cómo esta enfermedad afligía periódicamente a la ciudad andina de Jauja y lugares aledaños, sobre la base de registros de entierros o defunciones de los libros parroquiales de la segunda mitad del siglo XIX.
Introducción
En la parroquia de Santa Fe de Atun Jauja, los registros de entierros disponibles en Internet (a diciembre del 2022) van desde el 12 de febrero del año de 1785 hasta el 3 de noviembre de 1969. El texto de la primera partida es el siguiente:
[Al margen:] |
En dose de febrero de mil setecientos ochenta y sinco años di Sepultura Eclesiastica al Cuerpo difunto de da. Manuela Mendiguren, viuda de don Pedro Alcayde Monje de edad de sesenta años al parecer que murio haviendo recivido los santos sacramentos como Catholica y fiel Christiana. Testigos el Sacristán mayor Josef Tapia y Gregorio Sinche y lo firmé. Dr. José Antonio de la […] |
Las otras partidas que aparecen en esa página son las siguientes: Joseph Manuel Flores, indio casado de Huamanga; Joseph Ramos, indio soltero de Páucar; María Francisca Bullón, española viuda de Jauja; y Eugenio Guerrero, indio casado de Jauja.
Con algunas variaciones, la misma fórmula se repite en gran parte de las partidas de las siguientes décadas: fecha, nombre, estado civil, etnicidad, edad aproximada, testigos y firma. En el margen aparece el lugar, sin que quede claro si pertenece al lugar de origen o al lugar del entierro.
De interés para este artículo, es de resaltar que, hasta mediados del siglo XIX, son poco consistentes los registros de entierros de párvulos en los libros parroquiales de Jauja. Igualmente, por lo general no se mencionaba la causa de fallecimiento, excepto en casos de muertes violentas o inusuales, con rara mención de enfermedades. Desde principios del siglo XIX, se observa con frecuencia el fallecimiento de forasteros «convalecientes» provenientes de muchas partes del virreinato y posteriormente la república, lo que sugiere que Jauja ya tenía fama de lugar de sanación para enfermos.
No es posible saber qué enfermedades eran las más frecuentes causantes de fallecimientos, por lo menos hasta finales de la década de 1850, cuando empieza a aparecer «muerte natural» como la causa predominante de decesos. También por ese periodo, se hace más consistente el registro de fallecimientos de párvulos.
Viruela
De origen eurasiático, la viruela fue la más mortífera de las enfermedades europeas que, a partir del año 1492, causaron el colapso demográfico en el continente americano, que a su vez significó la destrucción de las civilizaciones americanas, incluyendo al Tawantinsuyu incaico. (Véase: Martínez Castilla, D. Al germen lo que es del germen: enfermedades europeas y destrucción de la civilización andina. Márgenes, 1993. Disponible en Ciberayllu.)
La viruela fue también la primera enfermedad para la cual se desarrollaron vacunas, que empezaron a difundirse por Europa y el mundo a principios del siglo XIX. El término mismo «vacuna» tiene su origen en que las inoculaciones provenían de ganado vacuno infectado con la viruela bovina. La viruela fue finalmente erradicada en todo el mundo el año 1980, luego de una campaña mundial de vacunación entre los años de 1967 y 1970.
La viruela en los libros parroquiales de Santa Fe de Atun Jauja
En Jauja, el primer registro de muerte por viruelas aparece en el libro 6 de defunciones, a fojas 136 vuelta, el 27 de agosto de 1859, de un «indio adulto» del pueblo de Yauli. (Debe entenderse con claridad que se trata del primer registro en los libros, y que no significa en modo alguno que no haya habido casos de viruela en periodos anteriores.) Casi todos los registros que rodean a esta fecha indican «muerte natural» como causa de fallecimiento. También se incluye, cada vez más, párvulos entre los fallecidos, normalmente sin indicar la causa del fallecimiento.
Entre agosto de 1859 y febrero de 1860, hay solamente trece casos de muerte por viruela en los libros parroquiales, provenientes de lugares dispersos, desde Ricrán al norte hasta el Tambo (hoy parte del distrito de Sausa).
Posteriormente, los casos de fallecimientos por viruela que se ha podido identificar en los libros del siglo XIX de la parroquia de Jauja, son los siguientes:
Cuadro 1: Defunciones por viruela, parroquia de Jauja, 1865-1899
Periodo | Entierros |
Diciembre 1865 a enero 1866 | 48 |
Enero a noviembre, 1872 | 440 |
Marzo 1873 a octubre 1874 | 6 |
Noviembre 1874 a junio 1876 | 747 |
Enero a octubre 1877 | 92 |
Mayo 78 | 1 |
Junio 1879 a septiembre 1880 | 839 |
1880 o 1881 | 46 |
1881 | 12 |
Enero a agosto 1882 | 23 |
Noviembre 1982 a agosto 1883 | 34 |
Octubre a diciembre 1883 | 23 |
Enero a diciembre 1884 | 99 |
Enero a diciembre 1885 | 147 |
1886 | 7 |
1887 | 0 |
1888 | 2 |
Febrero 1890 a abril 1891 | 727 |
Octubre 1894 a diciembre 1895 | 612 |
1896 | 18 |
1898 | 1 |
1899 | 1 |
En el cuadro 1 se observa con claridad la periodicidad de los brotes y la mortandad que causaban cuando se convertían en epidemias.
El periodo entre epidemias mayores fluctúa entre los tres y los cinco años. Cada epidemia duró entre ocho y veinte meses, como se observa en el cuadro 2. En la lista siguiente se incluye el periodo 1884-85 como el de otra probable epidemia; en esos años, los registros parecen haber sido afectados por las convulsiones sociales de la guerra civil que siguió a la invasión chilena.
Cuadro 2: Magnitud y duración de los brotes de viruela, parroquia de Jauja, 1865-1899
Brote epidémico | Entierros | Duración (meses) |
Epidemia de 1872 | 440 | 11 |
Epidemia de 1874-76 | 747 | 20 |
Epidemia de 1879-80 | 839 | 15 |
Periodo 1884-1885 | 246 | |
Epidemia 1890-91 | 727 | 14 |
Epidemia 1894-1895 | 612 | 14 |
Esta mortandad era casi exclusivamente de niños menores de 5 años. Los fallecidos de mayor edad eran notoriamente raros porque, como se mencionó, la población adulta estaba compuesta de sobrevivientes de las olas anteriores, lo que les proporcionaba inmunidad de por vida. (Es posible, también, que ya hubiera por entonces algunos adultos vacunados, pero confirmar esta información requiere otras fuentes.)
Siguiendo la evolución temporal de las epidemias, en los párrafos que siguen se observará claramente que el número de casos por mes es inicialmente muy pequeño, para luego incrementarse rápidamente, y luego disminuir, también con rapidez, hasta hacerse prácticamente cero.
Epidemia de 1872: 440 registros
Luego de algunos casos de viruela a fines del año 1871 y los primeros días de enero de 1872, el 29 de enero de ese año, en la página 376 del libro 10 de defunciones de la parroquia de Santa Fe de Atun Jauja, se registra el entierro de un párvulo de cinco meses, de nombre Mateo Vásquez Jumpa, hijo de José y de Juana, del caserío de Páucar: «murió de virhuelas», se indica en la partida. En los días siguientes, en febrero, se registran quince casos más en otros diez lugares. En los meses siguientes, los fallecimientos por viruela son, sucesivamente, 26, 65, 88 (mayo), 85, 67, 44, 29, 17 y, en noviembre, solamente 3 casos. Los lugares con más casos son Jauja (66 fallecimientos), Acolla (63), Marco (35), Huertas (35) y Yauli (25). Los lugares con más fallecimientos suelen ser los centros poblados más grandes, que eran la ciudad de Jauja y los pueblos de Acolla y Marco. En esta epidemia, los más pequeños centros poblados de Huertas y Yauli fueron castigados muy duramente. En total, 440 jaujinos, casi todos menores de 5 años, de muchos lugares y de todas las condiciones socioeconómicas, fallecieron por viruela.
El mapa adjunto permite ver muchas de las localidades que aparecen en los registros parroquiales de Jauja y que se mencionan en este artículo. No aparecen algunos lugares más alejados: al norte, Paca Paccha y Ricrán; al noroeste, Yanamarca, El Tingo, Tingo Paccha y Cachi Cachi; Janjaillo al oeste; Quero al este; y más lejos, al noreste, el pueblo de Monobamba.
(Fuente: Google Earth Pro]
[Haga click para ver imagen más grande]
Es difícil hoy imaginarse la angustia que la aparición de la viruela habría causado en padres de niños pequeños. En Jauja, por ejemplo, la familia Madrid Dávila perdió a dos niñas de 6 años, probablemente mellizas, en cuatro días en el mes de mayo; a fines de junio de 1872, la familia Landa Cabello perdió a una niña de un año, y nueve días después a un niño de 5 años; también en esos días, la familia Saravia Peña enterró a una bebé de 50 días y a un niño de 2 años.
(Es importante subrayar que estos números deben considerarse como solamente referenciales, pues en realidad se ignora cuántas personas podrían haber sido enterradas sin reportarlas a la parroquia, especialmente en zonas rurales. Adicionalmente, algunos pueblos tenían cementerios con personal —a veces llamados fabriqueros— que anotaban los entierros y luego pasaban la información a la parroquia principal, a veces con bastante demora, como es el caso de los datos de Ricrán y Monobamba, pueblos alejados que reportaban a la parroquia de Jauja.)
Epidemia de 1874-76: 747 registros
Luego de haberse anotado solamente seis muertes por viruela entre marzo de 1873 y octubre de 1874, hubo ocho fallecimientos en el caserío del Tambo entre el once de noviembre y el día de navidad de ese año: los niños fallecidos parecen haber sido parientes muy cercanos, pues casi todos tenían García como uno de sus apellidos. La enfermedad se difunde y cobra luego víctimas muy rápidamente: 14 en enero de 1875, 51 en febrero, 14 en marzo, llegando a 90 en septiembre, para disminuir gradualmente hasta tener sólo 15 casos en abril de 1876, y 10 casos más entre mayo y junio. En esta ola, que duró 20 meses, hubo un total de 747 fallecimientos atribuidos a la viruela. Como es de esperarse, Jauja (83 fallecimientos), Acolla (76) y Marco (68) son los lugares donde se registran más fallecimientos. Entre las otras localidades, esta epidemia castigó muy duramente a Chunán (50 muertes), Yauli (53), Masma (43), Huertas (43), Julcán (38), Paca (38), Pancán (37) y Concho (33).
En los primeros meses de 1877 se cuentan 92 muertes por viruela, aparentemente un brote menor que afectó principalmente a Acolla (30 fallecimientos), Yauyos (14), Jauja (10) y Ataura (10). Al año siguiente, 1878, se registra una sola muerte atribuida a la viruela.
Epidemia de 1879-80: 839 registros (más 46 probables)
El primer caso de este brote, del 18 de junio de 1879, se registra en Chunán; en julio hay tres casos más en Chunán y dos en el vecino pueblo de Pancán (a veces escrito como Pancá). En agosto, la enfermedad se extiende por pueblos vecinos: Molinos, Sacsá, Marco, Yauli, Concho, Acolla y Jauja, para un total de 23 muertes. La mortandad siguió aumentando mes a mes: 41 en septiembre, 66 en octubre, 100 en noviembre, llegando a 170 en diciembre de 1879 y 154 en enero de 1880, para luego disminuir gradualmente hasta llegar a 12 casos en agosto y solamente uno en septiembre de 1880.
Esta vez, además de Jauja (78 muertes), Acolla (75) y Marco (71), los centros poblados proporcionalmente más afectados fueron Molinos (65), Yauli (61), Ricrán (46), Huertas (44), Paca (42), Pancán (42), Chunán (40) y Yauyos (40). En total, hubo 839 registros de muertes por viruela en los 15 meses de este brote.
Adicionalmente, hay 46 casos de muerte por viruela que aparecen fuera de lugar y que podrían ser parte de la misma epidemia: 25 casos en el libro 13 de Defunciones (entre las partidas 781 y 804), donde no es seguro si se trata de partidas de 1880 o de 1881, porque hay enmiendas y cierto desorden cronológico; 20 casos de Monobamba, que aparecen en los libros 13 y 14, y un caso suelto de Acolla.
1881-1885: Los años de la invasión chilena, la campaña de la Breña y la guerra civil
Este periodo de gran convulsión social se refleja también en los libros parroquiales, que muestran algunas lagunas y cierto desorden en el registro de datos, muy notablemente en el libro 14 de defunciones. Normalmente, las partidas se inscribían en orden cronológico, pero este libro empieza con partidas de 1877 correspondientes a Ricrán y a Monobamba. A éstas le siguen partidas de 1882, pero agrupadas por centro poblado y no cronológicamente. Es muy probable que este libro se llenó tardíamente a partir de borradores guardados por algún tiempo. En general, la información de este periodo no ofrece la misma confianza de otros años, por lo que los datos deben considerarse solamente referenciales.
En 1881, hay doce casos de viruela (sin incluir los 46 casos dudosos), y entre enero y agosto de 1882 otros 23 casos, y 94 entre noviembre de 1882 y agosto de 1883.
Probable epidemia de 1883-85
Entre octubre de 1883 y diciembre de 1885, se registran 269 muertes por viruela. En razón de la periodicidad ya evidente en las epidemias anteriores, es altamente probable que haya habido un brote importante en este convulsionado periodo. Tanto la irregularidad de los datos como las dificultades inherentes a un periodo de guerras podrían sesgar las conclusiones resultantes de información incompleta.
En los cuatro años siguientes (1886-1889) aparecen solamente nueve casos de muerte por viruela, que es un número sumamente bajo. Es de notar, por otro lado, que entre diciembre de 1888 y junio de 1889, hay un fuerte brote de sarampión, que se inicia en Jauja y luego se extiende por muchos otros lugares aledaños.
Epidemia de 1890-91: 727 registros
La viruela vuelve a hacerse presente en febrero de 1890, con un caso en Jauja y otro en Masma. En marzo hay tres casos, ocho en abril, y 17 en mayo, pero hasta ese momento solamente diez localidades se ven afectadas. En junio, los 38 casos registrados por la parroquia se dan en 17 centros poblados. De manera bastante similar a las epidemias anteriores, en los meses siguientes las muertes por viruela se extienden por muchos lugares y se incrementan mucho más rápidamente: 83 en julio, 163 en agosto, 162 en septiembre y 106 en octubre, para luego declinar a 68 en noviembre y 31 en diciembre de 1890, y 36 en enero de 1891. Febrero registra apenas 9 casos, ninguno en marzo, y uno solo en abril.
Esta fuerte epidemia de 1890-91 tiene algunas particularidades que viene al caso resaltar. Lo más notable es que las comunidades para las que se registran más fallecimientos no son Jauja, o Acolla o Marco, sino el más pequeño y más alejado pueblo de Concho, donde fallecieron 87 niños. De éstos, 77 murieron en sólo 4 meses, periodo en el cual las familias de este pueblo deben haber sufrido mucho. El pueblo de Marco, muy cercano a Concho, también fue afectado fuertemente por esta epidemia, con 73 muertes, 65 de las cuales se dieron en solamente 3 meses, al mismo tiempo que las de Concho. Los apellidos de los fallecidos son fácilmente reconocibles hoy en día, por tratarse de antiguas familias: Capcha, Mallma, Rosales, Tabraj, en Concho; Camarena y Manyari, en Molinos; Pahuacho, en Chuclú (antes escrito como Chucllú); Carhuancho, Achic-huamán y Urcuhuaranga, en Huertas. Hay también apellidos que se encuentran más ampliamente distribuidos en varios centros poblados: Galarza, Castro, Esteban, Huatuco, Misari, Aquino y otros. La viruela no hacía distingos. (Domingo Martínez, bisabuelo de quien esto escribe, vio morir a una hija suya de 6 meses en 1890.)
Otras localidades fuertemente afectadas en esta epidemia fueron Jauja (58 muertes), Ricrán (41), Monobamba (40), Acolla (38), Masma (37), Julcán (33) y Molinos (33). La enfermedad también afectó a muchas otras comunidades dependientes de la parroquia de Jauja.
(Una observación sobre los libros de defunciones de este periodo: el libro 18 incluye partidas desde octubre de 1890 hasta noviembre de 1891, si bien en la última página hay dos partidas atrasadas de junio y julio de 1891. El libro 19 continúa con noviembre de 1891 por las nueve primeras páginas, pero las páginas 10-67 contienen partidas desde julio de 1890 hasta febrero de 1891, cuyos borradores se habían extraviado, como lo indica una nota en la página 10.)
Epidemia de 1894-95: 612 registros, en una parroquia de menor tamaño
Entre mayo de 1891 y septiembre de 1894, la viruela prácticamente desaparece como causa de muerte en los libros de defunciones de la parroquia de Jauja. En octubre de 1894 hay un solo caso de muerte por viruela, en la propia ciudad de Jauja. Luego, hay doce casos en diciembre, 19 en enero de 1895, y 28 en febrero. Los meses siguientes ven aumentar los decesos por viruela: 50 en marzo, 82 en abril, 82 en mayo, 68 en junio para volver a subir a 87 en julio y llegar a 98 en agosto, para luego descender en septiembre (35 casos), octubre (21), noviembre (21) y finalmente 8 en diciembre. De diciembre de 1894 a diciembre de 1895, la viruela ocasionó la muerte de 612 personas registradas por la parroquia.
Los pueblos más afectados por la epidemia de 1894-95 en la parroquia de Jauja fueron: Jauja (98 casos), Masma (60), Molinos (52), Huertas (50), Paca (50), y Ricrán (41).
Es muy importante notar que la parroquia de la Bendita Magdalena de Marco —como la denomina su primer párroco, el Dr. Don Gerardo Gamarra— empieza sus propios libros en diciembre de 1894, incluyendo en sus registros dos de los pueblos más grandes que hasta ese momento habían sido incluidos en la parroquia de Santa Fe de Atun Jauja: Marco y Acolla. Además de estos pueblos, los registros de Marco incluyen a Concho, el Tingo, Tingo Paccha, Cachi Cachi, Yanamarca e incluso el más alejado pueblo de Acaya. Más importante aún es la gran cantidad de muertes por viruela que se registran entre febrero de 1895 y febrero de 1896: en total, la parroquia de Marco muestra 187 defunciones por viruela en ese periodo. (Los libros parroquiales de Marco son de por sí interesantes, y podrían ser objeto de análisis posteriores.) Si se añaden, entonces, los casos de viruela de las parroquias de Marco y de Jauja hacen un total de 799 casos.
Coda
A modo de conclusión, algunas observaciones y aclaraciones respecto a este análisis de la viruela en Jauja en el siglo XIX:
- El hecho de que la viruela aparezca primero en un lugar determinado no significa que se origine en ese lugar. La viruela era una enfermedad «viajera» y oportunista, que al encontrar personas no inmunizadas (casi exclusivamente niños), se extendía rápidamente hasta contagiar prácticamente a todos los individuos susceptibles, de los cuales 3 de cada 10 sucumbían.
- La distancia entre dos centros poblados vecinos, adscritos a la parroquia de Jauja, es por lo general menor de 4 kilómetros, lo que hacía muy probable una expansión muy rápida de la epidemia. Los pueblos que aparecen en los libros parroquiales están en su mayoría en agrupamientos bastante claros: el valle de Yanamarca (Marco, Acolla, Concho, Chocón); la zona al este de la laguna de Paca (Huertas, Pancán, Chunán, Hualá, Yauli); y la ciudad de Jauja y comunidades aledañas (Yauyos, Huancas, el Tambo). Entre estas poblaciones y caseríos, los movimientos de gente eran muy frecuentes, sea por el intercambio comercial de productos agrícolas, o por el movimiento estacional de trabajadores.
- Los brotes en lugares más alejados como Ricrán y especialmente Monobamba, que es más cercana a la Amazonía, podrían haberse originado por otras rutas.
- Los brotes de viruela revisados en este trabajo, no parecen sujetarse a la estacionalidad climática, pues se originan en periodos variables: febrero de 1872, diciembre de 1874, agosto de 1879, abril de 1890 y enero de 1895. Igualmente, los meses más mortíferos son diversos: mayo en 1872, septiembre en 1875, diciembre en 1880, agosto en 1890 y en 1895. Esta falta de estacionalidad subraya el carácter oportunista de la viruela, y el hecho de que la virulencia era bastante independiente de las condiciones climáticas. (En la región central del Perú hay básicamente dos «estaciones»: la temporada de lluvias, entre octubre y marzo, y la temporada seca, el resto del año.)
- Los datos parroquiales permitirían medir el impacto relativo de la viruela en la mortalidad infantil, comparando los años de epidemia con los años sin viruela, pero tal análisis requiere de más tiempo y de más claridad metodológica (por ejemplo, es probable que la mortalidad infantil sea relativamente menor inmediatamente después de una epidemia de viruela).
Domingo Martínez Castilla
Enero, 2023
Referencias
Mayo Clinic. "Viruela". https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/smallpox/symptoms-causes/syc-20353027 (Acceso: 22 de enero, 2023)
Martínez Castilla, D. (1993). Al germen lo que es del germen: enfermedades europeas y destrucción de la civilización andina. Márgenes, 6(10), 233-252. Disponible en Ciberayllu.)
"Perú, registros parroquiales y diocesanos, 1603-1992," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9392-CJ9D-MG?cc=1877097&wc=MPZ9-JWL%3A174499301%2C180540801%2C180540802%2C181564701 : 21 May 2014), Junín > Jauja > Santa Fe > Defunciones 1820-1875 >
"Perú, registros parroquiales y diocesanos, 1603-1992," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9392-CGZ3-H?cc=1877097&wc=MPZD-T38%3A174499301%2C180540801%2C180540802%2C181603801 : 21 May 2014), Junín > Jauja > Santa Fe > Defunciones 1875-1903 >
* * *
Para citar este artículo:
Martínez Castilla, Domingo, «Cinco epidemias de viruela en Jauja en el siglo XIX», Título provisional (blog), 20230124 <https://domingo.martinezcastilla.com/2023/01/cinco-epidemias-de-viruela-en-jauja-en.html>
03 enero 2023
Sobre los libros parroquiales
Resumen
Los libros parroquiales de bautismos, entierros y matrimonios, son importantes fuentes de datos familiares y demográficos, tanto durante la época colonial como en las primeras décadas republicanas. En las partidas o registros de los libros, también se filtra indirectamente mucha información sobre la sociedad local de esos periodos. Los libros de la parroquia de Santa Fe de Atun Jauja [sic], en el centro del Perú, serán la fuente de algunos artículos sobre la sociedad colonial y republicana de Jauja, una antigua ciudad peruana.
Introducción
En el Perú, como en muchos otros países de tradición cristiana en general y católica en particular, los registros parroquiales del periodo colonial y de las décadas iniciales de la república, son una muy importante fuente de información demográfica local. Normalmente, las doctrinas o parroquias llevaban registros de bautismos, matrimonios y entierros. Los libros bautismales y de entierros eran los únicos registros aproximados de nacimientos y defunciones respectivamente, hasta el establecimiento de los registros civiles que, si bien oficialmente instituidos en 1852 (véase, por ejemplo, Chiaramonti, 2000), fueron prácticamente inexistentes hasta los años posteriores a la guerra del Pacífico.
Los libros parroquiales de bautismos, entierros y matrimonios eran, pues, los únicos registros vitales existentes hasta las últimas dos décadas del siglo XIX. Antes de utilizar o analizar la información de estos libros parroquiales, hay algunas de sus características que vale tener en cuenta:
- Variabilidad: Tanto el contenido como la extensión de cada registro parecen depender mucho de las distintas idiosincrasias de los curas, lo que dificulta hacer inferencias estadísticas y comparaciones entre diversos periodos.
- Caligrafía: La calidad de la escritura es también altamente variable. Entiéndase que no eran necesariamente los propios curas quienes escribían en los libros parroquiales. Los encargados eran amanuenses con variados niveles de educación y experiencia. Plumas y lápices también cambiaban mucho, yendo de lo casi ilegible al exceso de tinta. En general, pero no necesariamente, los libros más antiguos son más difíciles de leer que los más recientes.
- Ortografía de nombres: Cambia mucho, y muestra las dudas de los curas o amanuenses, incluso dentro de una misma partida. Hay un caso en que la misma partida contiene tres formas distintas de escribir un apellido: Aylas, Hailas, Ailas. Hay también apellidos que se escriben de muchas maneras. Un ejemplo especial es el apellido Egoavil, que aparece escrito de las siguientes maneras: Egoabil, Guabil, Guavil, Hegoavil, Guabel, Yguabel y quizá otras.
- Ortografía general: el castellano andino, con el sustrato quechua que lo caracteriza, suele aparecer en la escritura fonética, muy frecuente entre los amanuenses.
Borradores y libros «en limpio»
La información que aparece en los libros parroquiales sugiere que los datos de cada bautismo, matrimonio o defunción eran inicialmente registrados en borradores que contenían la información básica del evento (lugar, fecha, nombre, testigos, padrinos, y otros detalles) y que luego los amanuenses de la parroquia los pasaban en limpio, incluyendo las formas y estilos acostumbrados en cada periodo o por cada párroco. Esto es particularmente claro en la información de los pueblos y anexos de la parroquia, que corresponden a lo que hoy son distritos y centros poblados, así como algunas antiguas haciendas y asientos mineros. Lugares más alejados pasaban la información a veces correspondiente a varios meses, y los amanuenses de la iglesia principal las pasaban a los libros, interrumpiendo a veces el orden cronológico del libro.
Libros en la parroquia de Jauja
Los libros de la doctrina o parroquia de Santa Fe de Atun Jauja, así como de muchas otras parroquias y registros civiles, han sido digitalizados por la Sociedad Genealógica de Utah, y están disponibles para consulta en el sitio web www.familysearch.com. Los libros correspondientes a Jauja abarcan (a diciembre del 2021) los siguientes periodos:
- Bautismos: desde 1757 hasta 1991
- Matrimonios: desde 1869 hasta 1991
- Entierros o defunciones: desde 1785 hasta 1969
Hay partidas, páginas, y probablemente algunos libros perdidos, así como periodos en los que las convulsiones sociales e históricas parecen haber afectado la integridad de los registro de partidas.
Contenido de las partidas
- Bautismo
- Datos mínimos: Fecha, nombre de pila del bautizado, nombre de por lo menos uno de los progenitores, nombre de padrino o madrina
- Otros datos frecuentes: lugar del bautismo, lugar de nacimiento, edad del bautizado, raza o etnicidad, «legitimidad», testigos
- Matrimonio
- Datos mínimos: Fecha, Nombres de los contrayentes
- Otros datos frecuentes: lugar de nacimiento de los contrayentes, «legitimidad» y «raza», nombres de los padres de cada contrayente, nombres de los padrinos, testigos
- Defunción o entierro
- Datos mínimos: Fecha del entierro, nombre y origen del difunto, lugar del entierro
- Otros datos frecuentes: edad estimada, nombres de los progenitores, causa del fallecimiento, testigos, nombre de cónyuge, número de hijos
Centros poblados en los libros de la parroquia de Jauja
Los registros del siglo XIX disponibles en la Parroquia de Jauja incluyen principalmente a pueblos (hoy distritos o centros poblados) que eran anexos de la parroquia. Había otras doctrinas o parroquias en la jurisdicción de Jauja, que mantenían sus propios libros.
Durante el siglo XIX, existían en lo que es hoy la provincia de Jauja las siguientes doctrinas o parroquias:
- Santa Fe de Atun Jauja
- Natividad de Nuestra Señora de Apata (Huamalí, San Lorenzo, vice parroquia Ntra Sra de la Asunción)
- San Miguel de Huaripampa (San Juan de Muquiyauyo, Muqui, Santiago de Paccha, Pachacayo, Santa Rosa de Llocllapampa, San Francisco de Canchayllo)
- Santa Ana de Sincos (desde 1834)
- La Ascención de Mito (hoy distrito de la actual provincia de Concepción)
- Marco (desde 1891)
Las siguientes localidades son las que están incluidas en los libros de la parroquia de Santa Fe de Atun Jauja:
Acaya, Acolla, Ataura, Chocón, Chucllú, Chunán, Concho, Hualá, Huancas, las Huertas, Janjaillo, Jauja, Julcán, Marco, Masma, los Molinos, Monobamba, Paca, Pacapaccha, Pancá y Pancán, Páucar, Ricrán, Sacsá, el Tambo, el Tingo, Tingo Paccha, Yauli, los Yauyos. Otras localidades que aparecen con menos frecuencia son Apaicancha, Cachicachi, Condorsinja, Curicaca, Huasquicha, Ocsapampa, Paccha, Pachascucho, Pichos (Pichus), Pomate, Quero, Quishuarcancha, Taptá, Yacus, Yanamarca
Adicionalmente, hay algunas partidas de personas pertenecientes a otras parroquias aledañas (como Huaripampa, Apata, Mito, Sincos, y Concepción).
Informaciones sobre la sociedad local
La lectura cronológica de los libros parroquiales permite también vislumbrar facetas de la organización social. Por ejemplo:
- La frecuencia con la que determinados personajes son padrinos de bautismo, que suele indicar el rango social de o la importancia política de estas personas
- La utilización de ciertas formas de lenguaje indican también los grupos sociales y su persistencia o variación en el tiempo: don, doña, indio, indio noble (siglo XVIII), mestizo, criollo, casta, cholo, español, esclavo, mulato, zambo, europeo
- Hijos de «padre no conocido»
- Niños expósitos (expuestos o «botados»)
- Detalles aislados de personas y hechos inusuales, como asesinatos y fusilamientos, personas ahogadas, desbarrancamientos, y otros.
En entregas posteriores en este blog, se presentarán artículos con información obtenida principalmente de los libros parroquiales de Jauja y, ocasionalmente, de algunas otras parroquias del valle de Jauja, hoy conocido como valle del Mantaro.
Una nota personal
Con la intención de resolver algunas lagunas respecto a mis antepasados, hace pocos años empecé a familiarizarme con los libros parroquiales. Inicialmente, las búsquedas fueron poco metódicas, y fue posible encontrar algunos datos y personas que estaba buscando, y muchos que no sabía que existían. Era como buscar unas hojas en un bosque tupido y, poco a poco, ir descubriendo no sólo otras hojas de mil formas, sino también flores, árboles, arbustos: es decir, información no solamente de otras personas, sino de las relaciones existentes entre ellas y, más allá, de aspectos de la vida diaria y de algunos acontecimientos históricos: guerras, enfermedades, compadrazgos, chismes, personajes especiales, se presentan explícitamente, y otras como piezas de rompecabezas históricos. La lectura secuencial de los libros parroquiales ofrece, además, la posibilidad de encontrar información genealógica extemporánea, como partidas inscritas por disposiciones eclesiásticas y civiles.
Domingo Martínez Castilla
En este blog:
- Cinco epidemias de viruela en Jauja en el siglo XIX, enero, 2023.
Recuento de mortalidad causada por la viruela, a partir de los libros de la parroquia de Santa Fe de Atun Jauja. - Tucumanos de Jauja, tucumanos en Jauja, septiembre, 2023.
Sobre los danzantes tucumanos de la tunantada jaujina, y los arrieros tucumanos de hace 200 y más años.
Referencias
Fuente principal de datos: Sitio web FamilySearch (https://www.familysearch.org/es/)
Chiaramonti, G. (2000). La ley y las costumbres. Apuntes sobre los registros civiles y los libros parroquiales en el Perú de la segunda mitad del siglo XIX (1857-1879). Revista Complutense de Historia de América, 26, 199-199.
29 octubre 2022
Dieciséis especies de aves en un jardín de Santa Rosa de Ocopa, en el valle del Mantaro
Santa Rosa de Ocopa, en el valle del Mantaro
Acerca de las fotos y las descripciones
Las aves
Turdus chiguanco
[Chiguanco, zorzal andino, mirlo chiguanco]
Picaflor de cola larga (macho), tomando néctar de flores de salvia (febrero, 2020). El mismo individuo observado hasta febrero del 2022, pero no en julio del 2022.
Picaflor negro, en reposo en árbol de tumbo (Passiflora tripartita). Suele ocultarse dentro del follaje del tumbo. Frecuente, pero no fácil de fotografiar (marzo, 2022). Nótese el punto blanco detrás de los ojos.
Pichuza, pichuchanca, gorrión (macho). Otra pequeña y hermosa ave emblemática de la sierra peruana, abundante y ubicua en los jardines, muy querida por la gente.
Tangara de cabeza azul (macho), en árbol de guindas. Otra atractiva ave multicolor de visitas frecuentes y cortas (febrero, 2020)
Yal peruano (macho), en árbol de guinda. Pájaro oliváceo, con cabeza y alas grises, visitante diario (febrero, 2022)
Pinchaflor (macho), en árbol de guinda (marzo, 2022). Visitante muy frecuente de los geranios, a los que pincha en la base de las flores con su pico terminado en gancho.
Paloma moteada, con guinda en el pico (febrero, 2022). Especie nativa del mismo tamaño que la paloma doméstica, pero siempre de color gris y alas jaspeadas, y pico más pequeño.
Cucarachero (marzo, 2022). Sólo los picaflores son más pequeños que este omnipresente pajarito, que caza insectos, siempre solitario.
Jilguero (macho) (febrero, 2022). Visitante raro en el jardín, pero más común en los campos. De niño, mi padre y muchas personas los capturaban para tenerlos en jaulas y escuchar su potente y hermoso canto.